Es difícil explicar cómo lo que un día fue un hobbie se convirtió en mi profesión y en mi filosofía de vida. Hace muchos años que el gusanillo por captar momentos efímeros para que quedaran en la eternidad afloró en mí. Poco a poco se convirtió en mi pasión, y no había lugar al que no fuera con la cámara encima. Es un lujo sentir la necesidad de ir buscando detalles que, para muchos, pasan desapercibidos pero para ti no, y encima, tener la suerte de poder congelarlos a través de mi cámara y que otros puedan contemplar lo que en su momento yo descubrí.

Poco a poco, me fui convenciendo que ese placer que me brindaba a mí mismo en mis ratos libres, era en realidad mi verdadero camino, y decidí lanzarme a la piscina y montar mi propio estudio. Un camino duro, lleno de sabios aprendizajes y momentos preciosos que me ha regalado experiencias inolvidables con todos aquellos para los que he trabajado. Es todo un orgullo poder decir que hoy en día vivo de este arte, y que tengo la suerte de poder trabajar en algo que me encanta, me apasiona y compartirlo con aquellas personas que, al final, a través de mi trabajo, pasan a formar parte de mi vida para siempre.